Sobre la inocencia perdida
El hombre nace ingenuo y puro como un cuaderno en blanco.
Después a medida que vive escriben sobre él, borran, tachan, sobrescriben, rayan. Le arrancan hojas, le arrugan unas, le pisan otras, manchan algunas, cortan otras,... en fin. Al final de su existencia se estará enterrando o incinerando un atado de hojas añejas y maltrechas, amarradas de mala manera con una vulgar cabuya.
Es el precio por vivir.
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